Putin, el nuevo zar de Oriente Próximo

Vladímir Putin es consciente de que, ahora mismo, es uno de los hombres más influyentes del planeta. Le ha tomado dos décadas, pero el presidente ruso, ininterrumpidamente en el poder desde el año 2000, ha logrado convertir en realidad su sueño: devolver a Rusia a la primera plana de la diplomacia mundial. Eso no arregla los problemas internos del país, que lleva años sufriendo una crisis económica significativa, e incluso se podría decir que la primera plana la acapara Putin, y no el país, pero la realidad es que en todo el mundo resuenan los ecos de cada palabra que pronuncia el líder ruso.

La onda expansiva Putin en el mundo arrancó hace apenas cinco años. Todo el mundo lo conocía ya; sobradamente conocidas son las mañas de quien fue coronel del KGB antes de la caída de la Unión Soviética. Sin embargo, sus corruptelas electorales y favoritismos empresariales quedaron eclipsados por el estallido de la guerra en el este de Ucrania, que derivó en el primer gran puñetazo sobre la mesa de Putin: Anexionarse Crimea, la península ucraniana rusófona. Pese a las protestas y condenas internacionales, el beneplácito de la casi totalidad de la población fue suficiente para que el movimiento fuera permanente.

LA GRAN JUGADA SIRIA. Vista la impunidad real de su golpe de timón, Putin decidió apostar a jugar fuerte en su tablero regional, implicándose directamente en la guerra de Siria, donde, en aquel momento, el Estado Islámico había proclamado su califato entre ese país e Irak y amenazaba con convertirse en una verdadera potencia terrorista mundial. Putin tomó el toro por los cuernos y se alió con el dictador sirio, Bachar al Asad para bombardear sin piedad zonas opositoras al régimen de Damasco.

Poco importaba realmente si se trataba de feudos del Daesh o de otras milicias y grupos opositores; el líder ruso había sellado un pacto con Asad para liquidar a sus oponentes, con la finalidad de mantener lo más estable posible una zona del planeta que es un verdadero polvorín. No hay que olvidar que Siria hace frontera —y mantiene disputas territoriales— con Israel.

La irrupción de Estados Unidos en el conflicto sirio permitió a ambos países colaborar en la lucha contra Estado Islámico, pero una vez el grupo terrorista empezó a diluirse y perdió casi todo su terreno en Siria e Irak, ahora hace dos años, con la caída de Mosul, se evidenció que Putin no pensaba detenerse allí. Con Donald Trump en la Casa Blanca, el equilibrio de fuerzas se mantenía en Siria, pero el aislacionismo declarado del presidente estadunidense dio vía libre al mandatario ruso para hacer su propia diplomacia en Asia con total libertad.

Mientras más se aislaba Estados Unidos en el tablero internacional, más se acercaba Putin a China, y por qué no, a América Latina. Por ejemplo, ya en 2014 Rusia condonó a Cuba el 90 por ciento de la deuda externa que la isla comunista —aún con Raúl Castro al mando— mantenía con Moscú desde los tiempos soviéticos.

LA MANIOBRA DEFINITIVA. Las relaciones entre Turquía y Siria no han sido fáciles durante los últimos años. De hecho, las relaciones bilaterales tocaron fondo cuando, en septiembre de 2015, Ankara derribó por error un avión ruso que patrullaba por Siria. Putin acusó a su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, de asestarle “una puñalada por la espalda”, pero la necesidad de Turquía de buscar aliados ante el desvanecimiento paulatino de sus esperanzas de entrar en la Unión Europea obligaron a Erdogan a pedir disculpas y hacer las paces con Moscú.

Desde entonces, ambos han afianzado su relación, y cuando Erdogan anunció, a inicios de este octubre, que lanzaría una ofensiva en Siria para destruir a las milicias kurdosirias, a las que vincula con el proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), y Trump se hizo educadamente a un lado para darle vía libre, Putin era el único que podía evitar una nueva catástrofe humanitaria.

El presidente ruso se puso manos a la obra, y ante el evidente enojo de su otro aliado, Al Asad, logró urdir un acuerdo perfecto entre todas las partes: Las milicias kurdas aceptaban regresar al redil y ponerse a las órdenes de Asad, se retiraban de buena parte de la zona fronteriza, y a cambio, Erdogan conservará el control de una franja fronteriza de unos 120 kilómetros. Ante la dimisión diplomática de Trump, que había abandonado a su suerte a sus aliados kurdosirios, la ofensiva quedaba contenida.

Este mismo octubre, Putin se paseó por Riad con todos los honores, en la primera visita del líder ruso a territorio saudí, aliado de EU, en una década. La visita, enmarcada en pláticas de negocios entre dos de los principales exportadores de crudo del mundo, evidenció que ahora mismo, desde América Latina hasta Arabia Saudí, quien algo quiere, acude a Vladimir Putin.