El afán sistemático contra los Aristeos
El caso del padre Aristeo Baca focalizó en la comunidad católica juarense y de todo Chihuahua la grave crisis que enfrenta la Iglesia desde hace décadas en todo el mundo con el tema de abuso sexual por parte de clérigos.
Asunto sin duda espinoso, desoladoramente complicado y que concita posiciones radicales, no ha podido ser resuelto ni por la autoridad civil ni por la religiosa. Las medidas de prevención han sido insuficientes. Los abusos, de manera lamentable, continúan. Ha sido más fuerte la Iglesia que el problema, pero el dolor ahí sigue.
Ha tenido que ceder la autoridad católica en su poder milenario para que sea la policía terrenal, con sus ministerios públicos, jueces y cárceles, quien sancione los abusos sexuales, amén del retiro del oficio, proscripción a cargos e incluso comuniones privadas para los responsables,
Francisco, cabeza de la Iglesia en Roma, emitió un duro posicionamiento apenas en agosto pasado, que chocó con piedra. Fue como predicar en el desierto.
Esta semana presidirá, junto con los responsables del episcopado en el mundo, una reunión para tratar acciones más efectivas.
Por lo pronto, de manera inédita, despojó de sus ropajes de sacerdote al excardenal McCarrick, que se ha convertido en un símbolo reprobable de la complicidad y protección de abusos.
Increíble pero así es. Debe concentrarse la Iglesia en asuntos impensables de esa naturaleza. No debiera haber lugar para escapes de irregularidad alguna frente a la amplia y categórica formación de los sacerdotes en los campos científico, filosófico, teológico, psicológico y humano... pero ocurren.
Una y muchas oportunidades tienen los clérigos para el retiro antes de incurrir en cualquier atentado contra cualquier tipo de persona. Ir más allá o refleja daños mentales o esa profunda mala fe por afectar a la institución eclesiástica milenaria, como ha ocurrido durante cientos de años con las infiltraciones de sus enemigos.
***
El padre Aristeo Baca tiene un amplio reconocimiento social y religioso en la comunidad juarense. Su labor al frente de la clínica y asilo Santa María le han ganado el afecto de la grey católica. Son 44 años de sacerdocio y servicio caritativo.
Pero algo ocurrió. En 2018 se le abrió carpeta de investigación por violación y abusos sexuales agravados en contra de una niña de 11 años.
La investigación avanzó sigilosa. El pasado 9 de febrero culminó con la aprehensión en las mismas puertas de su parroquia.
El primero en salir a declarar fue el padre Hesiquio Trevizo, portavoz de la Diócesis. Ofreció todo el apoyo moral y legal al sacerdote, pidiendo respeto porque aún no es sentenciado culpable. De acuerdo por completo.
La comunidad se dividió. Hubo y hay todavía ejercicios de oración en favor del padre. Del otro lado, hay manifestaciones de repudio y exigencia de justicia y castigo.
Incluso ya se observan acciones de vandalismo y ataque con grafiti.
El obispo José Guadalupe Torres apareció con una carta genérica, donde manifiesta consternación, tristeza y dolor. Se pone a disposición con la familia y con la niña presuntamente abusada.
El viernes Aristeo Baca recibió prisión preventiva por un año. Fueron encontrados elementos de prueba contra él para iniciar el juicio de responsabilidad penal.
Esa historia apenas inicia.
***
Desafortunadamente los casos de abuso sexual por parte de miembros del clero son asuntos convertidos en cotidianos en las páginas de los medios de comunicación. El caso del padre Baca es sólo uno de ellos.
En Nueva Jersey el arzobispo Joseph Tobin denunció el abuso sexual a menores, que ha provocado sentimientos de asombro, enfado, vergüenza y dolor. Allá se habla de cuando menos 189 casos de sacerdotes vinculados con el tema en varias décadas.
En Pennsylvania lo mismo. 300 casos de “depredadores sexuales”. En todo Estados Unidos se calcula en dos mil los sacerdotes involucrados.
También hacia el sur del continente se presentan casos. En Quito, Ecuador, en la iglesia de Guápulo, apenas el 2 de febrero pasado, el padre Néstor es detenido por tocamientos a dos niñas de 10 y 14 años.
En San Pedro, Argentina, Tulio, un sacerdote de 46 años, abusó de menores de 3 y 5 años.
Para colmo, conocemos un nuevo caso de un sacerdote asignado a Nuevo Casas Grandes que habría cometido abuso contra uno de sus jóvenes feligreses.
Es grave la situación.
En su efímero papado, Benedicto XVI, en uno de los pocos viacrucis en los cuales intervino, hizo un agregado, en una de las estaciones, precisamente en relación con el tema.
Se trató de la Novena Estación. Viernes santo del 2005. “¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! [...] La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos” (cf. Mt 8:25).
Un mea culpa que infortunadamente no fue escuchado hasta que es retomado por la crisis surgida a mediados de 2018, con los cientos de casos develados de abuso a nivel mundial.
***
La carta del Vicario de Cristo emitida el pasado 20 de agosto del 2018 ha dejado huella perene.
Es precisamente el documento al que hace referencia el obispo juarense en su lacónica carta de mea culpa de la semana pasada.
“Si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Co 12:26), así empieza. “Estas palabras de San Pablo regresan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia, cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas”, Francisco es demoledor al referirse al crimen que genera hondas heridas. “Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no sólo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertos y perpetuarse”.
Se refiere a estos casos como atrocidades. Provocan heridas que no desaparecen. Hay vergüenza y arrepentimiento por los crímenes.
Una aceptación de que no se actuó a tiempo ante la gravedad y la magnitud de lo ocurrido.
Un desafío que exige denunciar y luchar contra la corrupción espiritual.
“Satanás se disfraza de Ãngel de Luz”, advierte.
Sin embargo, falta mayor contundencia de la Iglesia en sus acciones. Se espera que eso ocurra con la cumbre contra la pedofilia en Roma.
Pero son necesarias también acciones reales a nivel local.
***
En Juárez, hoy el padre Aristeo se encuentra en una celda en prisión esperando juicio. Su caso ha polarizado a la comunidad como no se había visto. Es un párroco querido.
Por eso mismo existe dolor y confusión ante los hechos, que exigen lo mismo castigo, que esperar un milagro y se aclare todo.
Que al final haya sido una confusión, un malentendido.
Pero las pruebas, hasta el momento, dicen lo contrario.
El Ministerio Público perteneciente a la Fiscalía Especializada de la Mujer encabezó las acusaciones con elementos de prueba que van más allá del simple abuso sexual. Se sostiene que hubo violación.
Si bien es cierto, en un primer momento la Iglesia salió a solidarizarse con el sacerdote, también lo es que deberá aplicar las guías del procedimiento a seguir en casos de abuso sexual de menores por parte de clérigos emitidas por el episcopado mexicano.
La sanción inmediata, de acuerdo con el Canon 1722, artículo 19, es apartar al acusado del ejercicio del oficio religioso, prohibirle asumir cualquier cargo eclesiástico y prohibición pública de eucaristía. Esto mismo fue anunciado por el propio obispo de la Diócesis juarense, José Guadalupe Torres Campos: “No me opongo a que se proceda conforme a lo que la legislación civil establece... Por otra parte, he dispuesto medidas cautelares canónicas aplicables al caso”, escribió en el comunicado de prensa.
Son en Chihuahua esporádicos o muy raros los casos de sacerdotes católicos involucrados en asuntos delictivos o de escándalo. Hizo ruido a lo más aquella generación metida en asuntos político-electorales bajo el auspicio de la Teología de la Liberación.
Hablamos entonces de una situación y un momento extraordinarios que de ninguna manera deben observarse como la generalidad en el desarrollo estatal del catolicismo, ejemplar por siempre en los avances de la vida chihua-huense. A la vista su obra en los 67 municipios de la entidad.
Asunto sin duda espinoso, desoladoramente complicado y que concita posiciones radicales, no ha podido ser resuelto ni por la autoridad civil ni por la religiosa. Las medidas de prevención han sido insuficientes. Los abusos, de manera lamentable, continúan. Ha sido más fuerte la Iglesia que el problema, pero el dolor ahí sigue.
Ha tenido que ceder la autoridad católica en su poder milenario para que sea la policía terrenal, con sus ministerios públicos, jueces y cárceles, quien sancione los abusos sexuales, amén del retiro del oficio, proscripción a cargos e incluso comuniones privadas para los responsables,
Francisco, cabeza de la Iglesia en Roma, emitió un duro posicionamiento apenas en agosto pasado, que chocó con piedra. Fue como predicar en el desierto.
Esta semana presidirá, junto con los responsables del episcopado en el mundo, una reunión para tratar acciones más efectivas.
Por lo pronto, de manera inédita, despojó de sus ropajes de sacerdote al excardenal McCarrick, que se ha convertido en un símbolo reprobable de la complicidad y protección de abusos.
Increíble pero así es. Debe concentrarse la Iglesia en asuntos impensables de esa naturaleza. No debiera haber lugar para escapes de irregularidad alguna frente a la amplia y categórica formación de los sacerdotes en los campos científico, filosófico, teológico, psicológico y humano... pero ocurren.
Una y muchas oportunidades tienen los clérigos para el retiro antes de incurrir en cualquier atentado contra cualquier tipo de persona. Ir más allá o refleja daños mentales o esa profunda mala fe por afectar a la institución eclesiástica milenaria, como ha ocurrido durante cientos de años con las infiltraciones de sus enemigos.
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El padre Aristeo Baca tiene un amplio reconocimiento social y religioso en la comunidad juarense. Su labor al frente de la clínica y asilo Santa María le han ganado el afecto de la grey católica. Son 44 años de sacerdocio y servicio caritativo.
Pero algo ocurrió. En 2018 se le abrió carpeta de investigación por violación y abusos sexuales agravados en contra de una niña de 11 años.
La investigación avanzó sigilosa. El pasado 9 de febrero culminó con la aprehensión en las mismas puertas de su parroquia.
El primero en salir a declarar fue el padre Hesiquio Trevizo, portavoz de la Diócesis. Ofreció todo el apoyo moral y legal al sacerdote, pidiendo respeto porque aún no es sentenciado culpable. De acuerdo por completo.
La comunidad se dividió. Hubo y hay todavía ejercicios de oración en favor del padre. Del otro lado, hay manifestaciones de repudio y exigencia de justicia y castigo.
Incluso ya se observan acciones de vandalismo y ataque con grafiti.
El obispo José Guadalupe Torres apareció con una carta genérica, donde manifiesta consternación, tristeza y dolor. Se pone a disposición con la familia y con la niña presuntamente abusada.
El viernes Aristeo Baca recibió prisión preventiva por un año. Fueron encontrados elementos de prueba contra él para iniciar el juicio de responsabilidad penal.
Esa historia apenas inicia.
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Desafortunadamente los casos de abuso sexual por parte de miembros del clero son asuntos convertidos en cotidianos en las páginas de los medios de comunicación. El caso del padre Baca es sólo uno de ellos.
En Nueva Jersey el arzobispo Joseph Tobin denunció el abuso sexual a menores, que ha provocado sentimientos de asombro, enfado, vergüenza y dolor. Allá se habla de cuando menos 189 casos de sacerdotes vinculados con el tema en varias décadas.
En Pennsylvania lo mismo. 300 casos de “depredadores sexuales”. En todo Estados Unidos se calcula en dos mil los sacerdotes involucrados.
También hacia el sur del continente se presentan casos. En Quito, Ecuador, en la iglesia de Guápulo, apenas el 2 de febrero pasado, el padre Néstor es detenido por tocamientos a dos niñas de 10 y 14 años.
En San Pedro, Argentina, Tulio, un sacerdote de 46 años, abusó de menores de 3 y 5 años.
Para colmo, conocemos un nuevo caso de un sacerdote asignado a Nuevo Casas Grandes que habría cometido abuso contra uno de sus jóvenes feligreses.
Es grave la situación.
En su efímero papado, Benedicto XVI, en uno de los pocos viacrucis en los cuales intervino, hizo un agregado, en una de las estaciones, precisamente en relación con el tema.
Se trató de la Novena Estación. Viernes santo del 2005. “¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! [...] La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos” (cf. Mt 8:25).
Un mea culpa que infortunadamente no fue escuchado hasta que es retomado por la crisis surgida a mediados de 2018, con los cientos de casos develados de abuso a nivel mundial.
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La carta del Vicario de Cristo emitida el pasado 20 de agosto del 2018 ha dejado huella perene.
Es precisamente el documento al que hace referencia el obispo juarense en su lacónica carta de mea culpa de la semana pasada.
“Si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Co 12:26), así empieza. “Estas palabras de San Pablo regresan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia, cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas”, Francisco es demoledor al referirse al crimen que genera hondas heridas. “Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no sólo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertos y perpetuarse”.
Se refiere a estos casos como atrocidades. Provocan heridas que no desaparecen. Hay vergüenza y arrepentimiento por los crímenes.
Una aceptación de que no se actuó a tiempo ante la gravedad y la magnitud de lo ocurrido.
Un desafío que exige denunciar y luchar contra la corrupción espiritual.
“Satanás se disfraza de Ãngel de Luz”, advierte.
Sin embargo, falta mayor contundencia de la Iglesia en sus acciones. Se espera que eso ocurra con la cumbre contra la pedofilia en Roma.
Pero son necesarias también acciones reales a nivel local.
***
En Juárez, hoy el padre Aristeo se encuentra en una celda en prisión esperando juicio. Su caso ha polarizado a la comunidad como no se había visto. Es un párroco querido.
Por eso mismo existe dolor y confusión ante los hechos, que exigen lo mismo castigo, que esperar un milagro y se aclare todo.
Que al final haya sido una confusión, un malentendido.
Pero las pruebas, hasta el momento, dicen lo contrario.
El Ministerio Público perteneciente a la Fiscalía Especializada de la Mujer encabezó las acusaciones con elementos de prueba que van más allá del simple abuso sexual. Se sostiene que hubo violación.
Si bien es cierto, en un primer momento la Iglesia salió a solidarizarse con el sacerdote, también lo es que deberá aplicar las guías del procedimiento a seguir en casos de abuso sexual de menores por parte de clérigos emitidas por el episcopado mexicano.
La sanción inmediata, de acuerdo con el Canon 1722, artículo 19, es apartar al acusado del ejercicio del oficio religioso, prohibirle asumir cualquier cargo eclesiástico y prohibición pública de eucaristía. Esto mismo fue anunciado por el propio obispo de la Diócesis juarense, José Guadalupe Torres Campos: “No me opongo a que se proceda conforme a lo que la legislación civil establece... Por otra parte, he dispuesto medidas cautelares canónicas aplicables al caso”, escribió en el comunicado de prensa.
Son en Chihuahua esporádicos o muy raros los casos de sacerdotes católicos involucrados en asuntos delictivos o de escándalo. Hizo ruido a lo más aquella generación metida en asuntos político-electorales bajo el auspicio de la Teología de la Liberación.
Hablamos entonces de una situación y un momento extraordinarios que de ninguna manera deben observarse como la generalidad en el desarrollo estatal del catolicismo, ejemplar por siempre en los avances de la vida chihua-huense. A la vista su obra en los 67 municipios de la entidad.
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